-Has dormido profundamete, no me he perdido nada -sus ojos centellearon-. Empezaste a hablar en sueños muy pronto. -¿Qué oíste? Los ojos dorados se suavizaron. -Dijiste que me querías. -Eso ya lo sabías. -Da lo mismo, es agradable oírlo. -Te quiero- susurré. -Ahora tú eres mi vida.
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